Manifiesto

Vídeo serie Volcanes / Volcanoes-series video

CAOS Y CREACIÓN

La belleza subyacente

Beth Kempton,
Wabi-sabi: sabiduría de Japón para una vida perfectamente imperfecta

El acto de crear se gesta en niveles muy profundos, casi inconscientes. Me gusta pensar que el artista recrea, replica o reproduce, a través del acto creativo, los propios procesos de creación del Universo y de la Naturaleza. Lo hace sirviéndose de herramientas muy distintas a las que puede usar un científico, por ejemplo. El científico emplea la observación, la razón y un método riguroso de formulación y constatación de hipótesis. El artista, en cambio, recurre al juego, a la intuición y a la imaginación; esas son sus herramientas de conocimiento. Ambas constituyen formas complementarias de comprensión del Universo, a las que cabría unir también los postulados del filósofo o los dogmas del hombre de fe (creyente).

Mi vuelta a la pintura, después de muchos años de silencio plástico, coincide con un deseo de reencontrarme y de vivir en equilibrio conmigo mismo y con todo lo que me rodea. Una etapa vital en la que trato de borrar o diluir categorías, límites, fronteras, casillas, compartimentos… Soltar, liberar, desprender y desprenderse. Aprender a vivir sin retener ni controlar. Procuro que la pintura y el acto creativo sean un reflejo de esa actitud, además de potenciar en mí cierta dimensión lúdico-experimental olvidada.

La práctica de la meditación y las lecturas filosóficas o espirituales que me han acompañado en los últimos años me han servido para enfocar este proceso. Asimismo, la influencia de la filosofía zen y del concepto wabi-sabi japoneses, que han arrojado luz y sombra a partes iguales a mis actuales creaciones. Aceptar que la naturaleza de la vida es transitoria e imperfecta conlleva también asumir la belleza en el arte de lo espontáneo, de lo imperfecto, de lo imprevisto, de lo erosionado o desgastado por la pátina del tiempo…

En la serie de Volcanes que comencé en 2020 hay un anhelo fuerte de congraciarme con todas estas ideas.

PINTURA COMO LAVA

No tengo miedo a hacer cambios, a destruir la imagen, etcétera, ya que la pintura tiene vida

propia. Procuro dejar que sobreviva.

Jasson Pollock

Del mismo modo que el caos y la destrucción iniciales de un volcán modelan el territorio y generan nueva formas de vida, en mi proceso plástico, persigo replicar modestamente ese modelo. Mi pretensión es recrear, con los materiales pictóricos, y a microescala humana, los procesos geológicos y telúricos de formación de la tierra. Pintura como caos, como flujo, como lava.

Para ello, parto casi siempre de una imprimación en relieve a base de polvo de mármol, yeso, piedra pómez, etc., cuyas texturas rocosas o arenosas emulan rocas ígneas. Se requiere por tanto un bastidor sólido sobre el que luego desplegar el proceso pictórico propiamente dicho. Este modelado inicial en la superficie en horizontal ya contiene el germen y esencia de la obra.

Los japoneses inventaron el concepto de kamekono o espacio colgante (marcos decorativos de papel y otros materiales en los que se encuadra una representación pictórica y que suelen colgarse luego de una pared). Los occidentales hemos preferido, en cambio, el uso de bastidores y lienzos, en un afán de dotar de firmeza y perduración a nuestras creaciones. Para la serie de Volcanes, me he alineado preferentemente con esta línea, utilizando bastidores de madera y tablas enteladas que yo mismo fabrico, como elementos constituyentes de la propia obra. Me serena de algún modo saber que el soporte es el elemento sólido sobre el que puede darse el caos y la locura. Sin embargo, creo que se dará una evolución natural en la serie hacia soportes más flexibles, ligeros e impermanentes, como pueda ser el papel artesanal de gran formato. “El afán por desmaterializar el soporte”, ese concepto del que siempre se ha habla en el arte contemporáneo.

El trabajo de acumulación de capas también resulta distintivo de esta serie: las sucesivas capas de pintura entierran o diluyen a las precedentes, de igual modo que las diversas coladas de lava de un volcán se superponen unas a otras. A veces, capas inferiores salen a la luz tras frotar, lijar o rayar la superficie pictórica, como hallazgos arqueológicos.

En mi regreso a la pintura, está implícita también la búsqueda de una expresión más fluida, acuosa, lírica… Diluir las formas, las líneas, los contornos marcados, en pos de la obtención de las manchas de color propias de la pintura abstracta. En este punto, me ha ayudado mucho la práctica de la acuarela, tanto en mis cuadernos de viajes como en los bocetos que sirven de arranque para cada obra de la serie. El reto sigue ahí: conseguir, en formatos grandes y con técnicas mixtas, la fluidez y libertad de la técnicas al agua.

La intensidad cromática característica de las erupciones volcánicas se proyecta a la mayor parte de las obras de la serie en el uso enérgico del color. Tonos vivos, chillones, e incluso fosforitos, inspirados en la luminiscencia que se genera en algunas explosiones volcánicas: azules, malvas, rosas, fucsias, etc. A menudo, la viveza cromática se extiende al reflejo en la luz del cielo y en las nubes. Fumarolas y nubes de ceniza se convierten así en las verdaderas protagonistas de algunas obras. No obstante, existe una evolución inconsciente hacia tonos más equilibrados y neutros, o bien magmáticos: terrosos, negros, grises, marrones, rojizos…

Por último, he experimentado en esta serie igualmente con elementos metálicos: pan de oro y plata. Los volcanes arrojan a la superficie una gran variedad de metales desde el magma terrestre. No en vano, la propia palabra volcán hace referencia a Vulcano, dios romano del fuego y los metales (Hefesto en la mitología griega), hijo de Júpiter (Zeus) y Juno (Hera). Algunos de los cuadros de la serie se centran precisamente en el cráter o boca del volcán, como elemento fascinante y mágico. Como caldera de la que pueden emerger las mayores sorpresas. O bien como un abismo o especie de agujero negro que puede atrapar y succionar al espectador, conforme a la preciosa descripción de Susan Sontag en su novela El amante del volcán.